Kique Roy. Falleció el 17 de setiembre de 2018. Fue Director de Taller de Canto del Colegio de Abogados de San Isidro, durante más de una década, junto con su Sra. María Inés Mateos. El taller continúa sus actividades con Leandro Roy y María Inés. Semblanza: "A nuestro querido Kique Roy"
A nuestro querido Kique Roy
Se nos fue de repente, una madrugada del lunes 17 de setiembre de 2018, y nosotros quedamos paralizados, como atravesados por un rayo, como “… un mazazo…” dijo César.
La noticia se esparció rápidamente; nos íbamos avisando unos a otros, mareados por la angustia y sin alcanzar a comprender la magnitud del suceso. Imagino que el cielo decidió que era el momento de llevárselo, pero uno se pregunta ¿por qué ahora? ¡Si tenía tanto para dar todavía…! ¡Tanto para transmitir…!
Y aquí en la tierra nos quedamos desolados, aturdidos por el dolor inmenso, por la ausencia de un hombre inmenso. Inmenso de tamaño, en sensibilidad y bondad.
Kique fue un distinto, de esos que van dejando huella en el camino de otros, pero sin pretensiones ni rebuscamientos, lo hacía así… sencillamente, tal como era él.
Ese binomio extraordinario, complemento perfecto construido con María Ines, permitía respirar esa magia que se te impregna con la música y viajar… (¡si viajar!), transportarte a otros paisajes, a otras realidades, a otras épocas.
Con ellos unA aprendió a expresar los sentimientos más profundos, a recuperar otras edades, en esa comunión que se da entre intérprete y canción, una especie de hilo conductor e invisible que te une a ella.
“Hombre – niño”, de imperecedera nobleza; artista gigante, de voz aterciopelada y de enormes manos virtuosas que abrazaban con calidez a su otra compañera, “la guitarra”, para tocar distintos temas y de paso enseñarnos la historia de cada canción y las motivaciones de sus autores al tiempo de componerlas, adornándolas con variadas anécdotas.
Con luz propia y de carisma singular “marca ROY”, tenía la capacidad que tienen unos pocos de captar a la gente, de leer sus emociones más íntimas, de esas que uno muchas veces no quiere mostrar. Y ahí estaba Kique, con alguna pregunta justa, o quizás sin emitir palabras, estableciendo contacto de corazón a corazón, haciéndote entender que en ese momento no estabas solo.
Esa sensibilidad inagotable se le notaba al cantar, al hablar, al respetar los silencios pautados de una melodía; o cuando decía “… así se canta, me emocionaste…”, y entonces a uno se le desbordaba el alma de felicidad porque ¡lo estaba diciendo el maestro… ¡ ¡caramba, si alguien sabía de sensibilidad y de transmitir emociones, ese justamente era Kique!
O cuando preguntaba: ¿cómo te sentiste con la canción?, y en realidad él ya sabía la respuesta, sabía que uno no había podido sumergirse ni vivirla, no había vibrado el diapasón interno. Quedaba al descubierto su don maravilloso de percibir cuándo uno no pudo aprehender esa interpretación y entonces, por ello, no había logrado traspasar el sentimiento.
Ese corazón enorme dijo basta, sorpresivamente, y si bien abandonó el cuerpo, su imagen creció más que su propia estatura.
Kique se fue justamente el día del profesor, pero supongo que no ha sido una mera casualidad del destino, sino algo así como su graduación póstuma.
Su familia, los innumerables amigos que cosechó, compañeros de la música y de la vida, los alumnos, los que lo admiramos, todos lloramos su inexplicable partida.
Me imagino que estará haciendo estremecer a la guitarra con algún tango o con una baguala lánguida, evocando las canciones del Festival de San Remo, tocando la rosa y el árbol de Alberto Cortez, con una zamba norteña, un vals, alguna obra maestra de Eladia Blázquez o con Montaner, pero siempre con su estilo personal derramando su música, con absoluta generosidad por donde sea que esté.
“…No lo lloren, canten siempre y él anidará en sus pechos”, fueron las palabras de Rafael.
Hasta la vuelta Kique, ya nos volveremos a encontrar y estaremos todos juntos a tu alrededor admirando tu música y tu decir, como antes, como siempre…
Patricia La Molina